viernes, 4 de junio de 2010

LA CHICA DEL TREN


No hacía ni medio minuto que había tomado asiento en el vagón numero siete del tren cuando noté una presencia cercana. Como es habitual, me había despojado de la ropa sobrante para emprender el viaje con la máxima comodidad. El equipaje colocado en el porta maletas sobre mi cabeza y en mi mp3 ya sonaban los primeros acordes de "Podría ser", el primer single del último disco de Ismael Serrano.
Volví ligeramente la cabeza hacia la derecha y vi de espaldas la figura de una mujer, que se giraba poco a poco y que al fin, colocaba su maletín en el asiento contiguo al mio. Bajó la mirada y cruzo una sonrisa conmigo, no se si por simple cordialidad o como si pidiera conformidad a su acción.
-¡Estupendo!, pensé. Más de cuatro horas de viaje, el vagón medio vacío y a "ésta" no se le ocurre otra cosa que sentarse a mi lado.
Los trenes actuales nada tienen que ver con aquellos de melancólicos bancos de madera. Pero es bien cierto que es mas cómodo viajar solo que con alguien al lado que no conoces absolutamente de nada. Y sobre todo porque en estos modernos trenes, tener un compañero/a significa invadir y que invadan tu espacio vital durante todo el tiempo que dura el viaje.
Ensimismado en estos pensamientos negativos, y dando por hecho que mi viaje seria un auténtico infierno, el tren comenzaba a moverse y abandonaba poco a poco el anden de la estación de Atocha, de Madrid. Es en ese momento cuando mi "Satán" particular abre su maletín y saca de él unos documentos que deposita cuidadosamente sobre la mesita. Y de su bolso unos bolígrafos que coloca sobre los papeles.
Hasta el momento lo único que me había interesado de esa mujer era que, muy probablemente, con ella a mi lado, no podría adoptar la postura adecuada para quedarme dormido y liquidarme un par de horas del viaje. Pero al abrir el bolso para sacar los bolígrafos vi algo que me llamó poderosamente la atención.
Miré con disimulo y ya con mis gafas de sol puestas, en el interior del bolso y vi un paquete de Marlboro Ligth. -¡Fumadora!, me dije. Al final no ha a ser tan mala persona.
Yo soy fumador desde hace muchos años y no es que me sienta especialmente orgulloso de serlo, pero si me da rabia la hipocresia que existe en torno al tema. Evidentemente fumar es malo, nadie lo pone en duda a estas alturas, pero como es posible que siendo tan perjudicial como es, los gobiernos se lucren y graben este producto con un impuesto abusivo en vez de retirarlo del mercado? ¿Afán recaudatorio?
Imagino que mi compañera de viaje pensaría mas o menos como yo. Además ambos sufriríamos el ansia por una bocanada de humo en algún momento del viaje.
La imagen de la mujer cambiaba por completo a medida que el tren avanzaba raudo y veloz por la carretera metálica, quizá por la solidaridad absurda entre fumadores. Tuve tiempo de fijarme en ella. En como leía sus documentos, como los subrayaba... "Estudio Inmobiliario San Cristobal de la Laguna, Santa Cruz de Tenerife". Fue entonces cuando debió sentir calor porque se deshizo de una chaqueta de punto que llevaba puesta. Al quitársela dejó ver su vestido sin mangas por encima de la rodilla. No me había fijado en ella físicamente, apenas una mirada de soslayo en un par de ocasiones. Pero el contraste del tejido de la chaqueta al brazo y hombro desnudo de la mujer llamaba mucho la atención.
Así, haciendo ademanes y gestos imposibles intentaba descubrir mas cosas de esa persona que me haría imposible el viaje. En alguno de esos movimientos conseguía ver en parte su rostro. Parecía bella, nada espectacular, pero si podría decirse que parecía una linda mujer.
En apenas 45 minutos había descubierto muchas cosas de mi compañera. Mujer de unos 35 años, casada o eso deduzco por la alianza que lucía en su dedo anular de la mano derecha. Bien parecida y con una ocupación laboral relacionada con el mundo de la inmobiliaria.
El traquetreo del tren y el gran madrugón que tengo que pagarme cada vez que viajo por trabajo, empezó a hacer mella en mi. Comenzaba una lucha a vida o muerte por mantener los ojos abiertos y seguir conociendo a esa mujer o dejarme mecer en los cálidos brazos de Morfeo. Y como nadie puede luchar contra los dioses quedé sumido en un liviano sueño.
No se el tiempo que estuve dormido, 20 o 25 minutos quiero calcular. Algo me hizo despertar de forma exaltada. La chica del tren ya no estaba a mi lado. Quizá habría al baño o a la cafetería a tomar un reparador café, que doy fe, es mas que necesario en esos días de viaje. En cualquier caso, tenía que volver. Había dejado la chaqueta y el maletín sobre el asiento. Y esa reflexión me hizo esbozar una sonrisa. Si había ido a la cafetería la vería volver de frente. Y esa era una imagen de la mujer que aun no tenía.
Así que me relajé. Seguí disfrutando de la música de mi reproductor. A estas alturas, era Vanesa Martín la que cantaba eso de "El tren de la cordura". Bonita canción, pensé. Cerré los ojos y me sumergí en la poesía musical...
Sin darme cuenta me volví a quedar dormido. Y solo me pude despertar cuando la mujer se acercó a su asiento para recoger sus pertenencias para situarlas en el asiento que había detrás del mio. La chica había decidido que haría el resto del viaje en soledad.
Me quedé con las ganas de ver a mi ex-compañera de viaje de frente. Es absurdo con un simple detalle te hace cambiar la opinión que puedes tener de determinadas cosas o personas. Estuve dándole vueltas a la idea de la familiaridad que puede, o mejor, que puedes crearte de una persona que no conoces de nada. Sólo por pequeños detalles te puede caer bien, mal, o te puede despertar cualquier tipo de sentimiento sin ni siquiera haber intercambiado una sola palabra.
Rápidamente dejé de pensar en esto cuando me pareció escuchar que sonaba su móvil. Con disimulo bajé el volumen de mi mp3, y si quitarme los auriculares hice el mayor de los esfuerzos por escuchar su voz. Y como no podía ser de otra manera escuché una voz dulce, suave y con un acento que me hizo corroborar lo que sospechaba. Era canaria. Ahora recordaba en sus notas lo de "Estudio Inmobiliario San Cristóbal de la Laguna, Santa Cruz de Tenerife".
Es curioso como sabia tantas cosas de esa mujer. Canaria, de unos 35 años, casada, agente inmobiliaria, fumadora. Era bella y de piel tostada que mantenía sin dificultad durante todo el año. Habíamos compartido momentos que jamas volverían a repetirse. Pero era mas que posible que no fuera capaz de reconocerla si la viera por la calle.
¡Que cosas! Tenemos la capacidad de hacer historias de la nada. De salir del profundo aburrimiento montando nuestra propia producción cinematográfica basada en alguien, que por azar, ha pasado delante de nosotros en un momento determinado. Es mas, otorgamos nuestros propios pensamientos como si fueran suyos y te haces creer que es mas que probable que ella piense como tu.
Empecé a ser persona y dejar de lado estas estupideces de si sabia o no, si era especial o no aquella chica de tren. En ese momento todo lo ocurrido pasaba a un segundo plano, pero aun siendo consciente de la irracionalidad , me quedaba el desazón de no haber conseguido ver claramente a esa mujer.
En esas el tren se detuvo. Final de viaje. Rápidamente me quise dar la vuelta para hacer un nuevo intento por ver a la mujer que me amargaría el viaje. Demasiado tarde. Recogí mis cosas y me apeé del tren. Salí de la estación con la necesidad de darle a mis pulmones una ración express de humo y nicotina. Puse un cigarro en mi boca y lo encendí. Dí una gran calada. Podía notar como cada uno de mis pequeños alvéolos pulmonares me recriminaban mi actitud, pero mi cerebro acababa de aprobar la acción.
Al levantar la mirada veo que una mujer se dirige hacía mí con un maletín en la mano y un cigarro encendido en la otra, que acaba de retirar de sus labios:
- ¿Eres de aquí?
- No, pero conozco algo de la cuidad.
- Busco el Hotel Luz, ¿sabes donde está?
- Ah, si. Esa es fácil. Si sigues esta calle hasta la parte de atrás de la estación, te encuentras
con el hotel de frente.
- ¿Si? Muchas gracias mi niño....
Me dí la vuelta y me dirigí a la parada de taxis. Definitivamente no era una mujer bella.

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